Además de ser rentable y productiva para la organización, la administración basada en competencias genera beneficios directos para cada uno de sus integrantes, sin embargo, como toda herramienta de administración, su inadecuada o improvisada implementación puede conllevar a un desgaste para la organización, retroceso en el alcance de los objetivos y descrédito a la gestión del talento humano.
Desde su planteamiento inicial en 1973 por David McClelland, el concepto de “competencias” ha estado asociado al conjunto de conocimientos, habilidades y comportamientos requeridos para ser exitoso en una labor específica. En tal sentido, la organización que a partir de su plataforma estratégica (misión, visión, valores y perspectivas estratégicas), construye un modelo de competencias que le permita consolidar su talento humano para afrontar los retos de su entorno y prepararlo para los cambios venideros podrá además de ser más productiva, optimizar la inversión en los diferentes procesos de gestión humana, asegurar su capital humano como una ventaja competitiva y estar preparada para nuevos retos.